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ILUSTRACIONES BLOG CABEZA DISECADA:
01. MÁSCARA
Máscara proviene del latín vulgar, cuyo significado se atribuye a “fantasma”, incluso podría interpretarse por “el alma”.
Desde los teatros grecolatinos donde los actores usaban máscaras para superponer el personaje a su propia faz, su propia alma, a los carnavales venecianos donde la máscara servía para desinhibirse a los placeres de los enamorados siendo el contacto visual la única ventana al alma interior. La mirada es el espejo del alma…
Desde bufones, a reyes cruzados, desde aristócratas y artistas, a modelos y luchadores. La máscara no es más que un lienzo en blanco donde pintar desde cero, una nueva imagen, una nueva belleza exterior, un continente acorde al contenido.
Quizás el glamour de las máscaras comenzase en la Venecia medieval, donde la aristocracia podía mezclarse por una noche con el populacho. Dar rienda suelta a sus fantasías en una vida de lujo pero encorsetada a los estrictos cánones de moralidad y protocolo.
De ahí, que nace la idea romanticista de la máscara como símbolo de poder, como un amuleto que a voluntad propia, permite entrar en las sombras del anonimato, o quizás por el contrario entrar en el mundo del libertinaje y darse a todo tipo de deseos y perversiones.
Es por eso que en el lenguaje popular ha perdurado la expresión de “quitarse la máscara” o “desenmascarar a alguien” como el acto de revelar los verdaderos sentimientos o intenciones, mostrarse tal como es uno interiormente.
De la misma manera, la máscara permite enfocar la mirada en el centro de atención que son los ojos, dotados de un lenguaje arcano y no verbal, cuya comprensión nos es inconscientemente comprensible, pero que a la vez, no podemos dominar a voluntad. Siendo prisioneros de nosotros mismos, por aquello que nos acerca al mundo exterior.
En la moda así como en fotografía, la máscara llega a su última expresión, revelando al observador, una imagen decimonónica y pura del arte mismo. Un ser casi divino que observa al público sin revelar su alma mortal, y mostrándole la quintaesencia del alma, la pureza de la mirada.
Ilustraciones:Muzak
2010
Técnica: Illustrator | Photoshop
Texto: Lisardo Perez Lúgones




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02. DEPENDIENTES
“Hay algo oscuro en mí, que me impide mostrarme al mundo como soy. Algo que me tiene atado entre las sombras, y me atrapa para sí; pero que a la vez me protege envenenando mi alma y enderezando mi ser. Como una cortina de humo y una tela de araña que consumen mi espacio hasta ahogarme, queriendo explotar violentamente como una estrella; quemada y consumida por el paso del tiempo…”
Cuantas veces no nos habremos sentido como una estrella queriendo explotar, tras descubrir que todo aquello a lo que habíamos puesto entusiasmo y dedicación, nunca sirvió de nada, o a lo sumo, fue tan efímero y fugaz que hemos preferido vivir en ese instante idílico a evaluar in situ la situación…
Una relación de cualquier tipo, debería de ser un feedback, un reporte equitativo al aporte, una compensación al individuo por las sinergias empleadas, pero ¿de qué tipo?.Lo importante, es que sean relaciones bidireccionales, ya que si partimos de un mundo físico, encontramos la ley de “causa-efecto”. Toda causa, conlleva un efecto que debe reverter, transformada, en el causante. Si no se diera esta condición, no existirían las simbiosis.
Los intereses mueven nuestra existencia, pero no se debe caer en un mero agujero negro que todo absorbe, porque se corre el riesgo de que el huésped desangre al anfitrión y convertirse en un ser vampírico que absorbe la energía y a cambio no produce nada.
Ese sería el gran error como ser existencial, no producir nada a cambio. Todos estamos interconectados y todas nuestras acciones causan efectos en otras personas. Depender en su totalidad de otro, sería como no evolucionar y seguir en la seguridad del útero materno.
Pero a diferencia del útero materno, el resto, no es una fuente inagotable de amor y deseos, sino más bien un mercado desinteresado donde la diplomacia y la confianza mutua, son los pilares para no albergar faltas en los corazones.
Esos corazones que necesitan una coraza para no revelarse tan a la ligera. Desnudémoslos al igual que desnudamos nuestros cuerpos. Nunca seremos autosuficientes ni física ni mentalmente. Démosle a nuestra existencia un trueque de vivencias y experiencias con las que enriquecerla, en vez de usurparlas y menospreciarlas como si fuesen objetos de consumo.
Consumamos objetos, alimentos, incluso el tiempo. Pero recordemos que consumir nuestros corazones trae tantas consecuencias como quemar la energía de un sol, hasta la hecatombe…